Había un gallinero en el que vivían muy felices veinticinco gallinas y un gallo. Pero como el gallo ya tenía unos cuantos años, el granjero decidió cambiarlo por otro más joven.
Un día se abrió la puerta del gallinero, y entró un gallo joven y bien plantado. Rápidamente las gallinas se arreglaron el plumaje y empezaron a contonearse delante del gallo joven.
El gallo viejo, arrastrando sus espolones retorcidos, y con alguna que otra calva en su plumaje, se le acercó y le dijo:
¡Bienvenido! Me alegro de conocerte compañero. Supongo
que siendo joven y fuerte, tendrás intención de hacerle el amor a todo el gallinero ¿no?
¡Naturalmente, abuelo! -contestó el gallo joven-
¿Algún problema?
¡No, claro! -dijo el gallo viejo- Sólo te ruego que no me dejes mal delante de las damas y me des una salida airosa y honrosa.
¿Qué propones? preguntó el jovencito.
Pues, mira, ya no estoy en disposición de pelear. Te sugiero una carrera de tres vueltas alrededor del gallinero.
Trato hecho -dijo el joven, contento de liquidar el asunto tan fácil.
-Pero para ser justos, y dado que el reuma no me deja correr muy bien, te ruego que me des media vuelta de ventaja.
-No hay problema -dijo el gallo joven, muy seguro de sus posibilidades.
De este modo empezó la carrera, y antes del que el gallo viejo hubiera completado la segunda vuelta, tenía al gallo joven pisándole los espolones.
De repente se oyó un tremendo estallido, y el gallo joven quedó despanzurrado en el suelo, entre un charco de sangre y una nube de plumas.
¡Caramba! -dijo el granjero con una escopeta humeante entre las manos- ¡Es el tercer gallo puto que me venden esta semana!
pasado por Raúl Petrosini por e-mail
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Técnica J
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martes, octubre 21, 2003
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